Moneyball está basada en la historia real de Billy Beane (Brad Pitt), una prometedora estrella del béisbol que, incitado por el fracaso de no haber demostrado en el campo todo lo que se esperaba de él, enfocó toda su naturaleza competitiva hacia el área de la dirección de equipos. Al comienzo de la temporada 2002, Billy se enfrenta a una situación deprimente: su modesto equipo, los Oakland Athletics, ha perdido, una vez más, a sus mejores jugadores a manos de los clubes grandes y encima tiene que reconstruirlo con sólo un tercio del presupuesto.
En esta historia el protagonista centra todos sus esfuerzos en crear un equipo de béisbol de bajo coste que logre ganar el campeonato mundial de béisbol, pero en el camino hacia ese objetivo se topa con Peter Brand (Jonah Hill ) un economista de Yale que le plantea algo revolucionario, un modelo matemático y estadístico que le permite identificar jugadores infravalorados con mucho potencial y es así como acaba conformando un equipo de bajo coste, que cambia por completo la historia y sobre todo la forma en que se valoran a los jugadores y su escogencia para conformar un equipo, pasando de lo puramente intrínseco a la inversión en valor.
Moneyball es sin duda una historia cargada de múltiples lecturas donde además los protagonistas desde un primer instante luchan contra la escasez y optimización de recursos, pero sobre todo contra la incomprensión, la cerrazón, la tradición y el inmovilismo que en tantos frentes de la sociedad nos están dañando. De la misma forma se pueden extraer significados de la demostración de que no basta con configurar al equipo perfecto, sino que hay que hacer que juegue tal como estaba previsto, situando a cada individuo en el lugar que más favorece a sus habilidades. También podemos aprender, que muchas veces resulta imprescindible replantearse las cosas y romper con lo establecido, buscando nuevas maneras de afrontar lo que se venía haciendo siempre de un mismo modo. Con todo ello, Moneyball tendría que ser una película de la que se obtuviese una lección, al igual que los equipos grandes aprendieron del perdedor. No una moraleja buenista como la que tantas películas tratan de inculcar, sino un aprendizaje práctico y lleno de sabiduría.